El mes de enero, en pleno invierno, se considera la época de comienzos por excelencia. Es como un reset vital en el que todo el mundo se llena de buenos propósitos, cambios de hábitos y nuevos objetivos.
Septiembre se considera otra de esas épocas de comienzo. Coincide con el inicio del curso escolar, el fin de las vacaciones, el fin del verano, el “adiós” al calor y el “hola” al frío, a las responsabilidades, a los horarios, a las rutinas…
Pero ¿quién dice que no podemos empezar de nuevo en primavera? Ilusionarse con nuevos proyectos en abril, cuando vuelve la luz y los grados, cuando reducimos capas de ropa y ganamos horas de vida exterior, ¡es una maravilla!
Abrir el armario a nuevos colores y nuevas prendas.
Abrir el estómago y las papilas gustativas a sabores más refrescantes y texturas más ligeras.
Abrir las ventanas, dejar entrar aire fresco y el piar de los pajaritos.
Abrir las puertas a la luz, a otras fragancias, a nuevas tonalidades.
Abrir la mente a nuevos retos y los espacios a esta nueva era de energía y vida.
Aprovecha, que llega la primavera, y, como escribió Gabriela Mistral:
¡Salid a encontrarla
por esos caminos!
¡Va loca de soles
y loca de trinos!